Consecuencias demográficas
Se han dado cifras muy dispares al cuantificar las pérdidas demográficas que causó el conflicto: los muertos en el frente y por la represión en la guerra y en las posguerra, el hambre, las epidemias; la reducción de la natalidad consiguiente... se barajan cifras entre medio millón y el millón de fallecidos.
Los cálculos más aceptados estiman en quinientos mil muertos, el coste demográfico de la guerra y la posguerra. A ello habría que añadir la cifra de no nacidos, que según Salas Larrazabal llegaría hasta 630.000 mientras que G. Jackson los sitúa en 160.000, y la pérdida de población joven. La tasa de natalidad disminuyó hasta el 16.5 por mil en 1939.
En febrero de 1939 se publico el decreto de Actividades Políticas que permitía juzgar a todos los vencidos por sus pasadas actividades políticas desde 1934. El increíble argumento jurídico de esta ley era la de considerar a los republicanos como reos de rebelión y del delito de oponerse al triunfo del Movimiento nacional, triunfo “historicamente inevitable”, como decía la ley misma. En 1940 se añadió a ella una nueva ley de Represión del Comunismo y la Masonería. Esto supuso que el número de prisioneros políticos en las cárceles y campos de trabajos (Valle de los Caídos o Castruera) forzados fuese muy elevado, 270.719 según el anuario estadístico en 1939. Murieron en prisiones franquistas Besteiro o Miguel Hernandez. Sin embargo, la oposición al régimen se hizo creciente surgiendo el “maquis” y teniendo como acción más destacada la invasión del valle de Arán en 1944.
Otro elemento clave de las consecuencias demográficas fue el exilio republicano. Ya durante el conflicto, los "niños de la guerra" fueron evacuados a países extranjeros, Méjico, Francia, Reino Unido pero sobre todo a la Unión Soviética, pero el gran éxodo tuvo lugar en enero y febrero de 1939, consecuencia de la conquista de Cataluña. Que fueron reunidos en campos de refugiados como el de Argelés. Finalmente se produjo un último exilio a finales de marzo con el final de la guerra y desde los puertos de levante como valencia, Alicante, Cartagena o Almería intentando alcanzar las costas de Argelia.
En conjunto, se calcula que hubo unos cuatrocientos cincuenta mil exiliados. Aunque algunos fueron retornando durante la dictadura, muchos no volvieron a España o esperaron a la muerte del dictador en 1975. Este exilio supuso una importante pérdida demográfica para el país: una población joven y activa, que incluía a gran parte de los sectores más preparados del país: las elites científicas, literarias y artísticas de la Edad de Plata, funcionarios, militares y personal altamente cualificado. Murieron exiliados Azaña o Largo Caballero.
Muchos de estos exiliados se alistarían en la Legión Extranjera francesa combatiendo en Narvik, formando parte de las primeras tropas de De Gaulle, en el Norte de África integradas luego en la división Leclerc siendo los primeros en entrar en París en 1944. Además muchos otros colaborarán con la resistencia francesa durante toda la guerra. Y otro grupo terminará en los campos de concentración nazis como los de Dachau o Mauthausen.
La emigración española a América como consecuencia de la Guerra es uno de los episodios más notables de la posguerra. Son célebres las expediciones de emigrantes en los barcos “Ipanema” o “Winnipeg” que llegaron a Méjico, país que gobernado por Lázaro Cárdenas les recibió generosamente. La colonia de emigrados obras culturales importantes, centros de estudio y editoriales. Además desde 1945 se eligió un gobierno republicano en el exilio, institución que permanecería hasta 1977.
Consecuencias económicas
La guerra fue una verdadera catástrofe económica. A la desaparición de una gran parte de la población activa española hay que añadir las cuantiosas pérdidas materiales. Un dato revela su magnitud: la renta nacional y per cápita no recuperará el nivel de 1936 hasta la década de 1950. En la cornisa cantábrica se produce una reducción el 50% en la producción de acero y hierro fundido con respecto a 1929.
Se produjo la destrucción del tejido industrial del país, lo que llevó a la vuelta en los años cuarenta a una economía básicamente agraria. Pero es que además la producción de trigo acusa una reducción del 30 % en 1939 respecto a 1935; la cebada, un 35% y la remolacha, un 65%. La ganadería por su parte sufre un descenso muy fuerte, al desaparecer el 40% de los caballos y el 25% del ganado mular y bovino.
Destrucción de viviendas, se calculan en unas doscientas cincuenta mil, con ciudades arrasadas como Guernica o Belchite y otras con grandes daños como Madrid, Barcelona o Teruel.
Los transportes quedan seriamente dañados: el 75% de los puentes han de ser reparados, el 40% de locomotoras y vagones deben ser repuestos y el 70% de los autobuses están inservibles.
España soporta, además, la deuda contraída por el régimen franquista con Alemania e Italia, a lo que hay que sumar las deudas con las compañías petroleras norteamericanas. Así mismo hay que añadir la desaparición de 510 toneladas de oro del banco de España por pago de armamento y víveres por parte del Gobierno republicano sobre todo a la URSS.
Consecuencias sociales
El resultado de la guerra trajo consigo la recuperación de la hegemonía económica y social por parte de la oligarquía terrateniente, industrial y financiera. Paralelamente, se dio la pérdida de todos los derechos adquiridos por los trabajadores.
Consecuencias morales
La guerra supuso una verdadera fractura moral del país. Varias generaciones marcadas por el sufrimiento de la guerra y la represión de la larga posguerra.
El régimen de Franco nunca buscó la reconciliación de los españoles y siempre recordó y celebró su origen bélico. Las heridas de la guerra civil perduraron durante decenios y la persecución y represión de los vencidos fue un rasgo clave del ranquismo.
Se han dado cifras muy dispares al cuantificar las pérdidas demográficas que causó el conflicto: los muertos en el frente y por la represión en la guerra y en las posguerra, el hambre, las epidemias; la reducción de la natalidad consiguiente... se barajan cifras entre medio millón y el millón de fallecidos.
Los cálculos más aceptados estiman en quinientos mil muertos, el coste demográfico de la guerra y la posguerra. A ello habría que añadir la cifra de no nacidos, que según Salas Larrazabal llegaría hasta 630.000 mientras que G. Jackson los sitúa en 160.000, y la pérdida de población joven. La tasa de natalidad disminuyó hasta el 16.5 por mil en 1939.
En febrero de 1939 se publico el decreto de Actividades Políticas que permitía juzgar a todos los vencidos por sus pasadas actividades políticas desde 1934. El increíble argumento jurídico de esta ley era la de considerar a los republicanos como reos de rebelión y del delito de oponerse al triunfo del Movimiento nacional, triunfo “historicamente inevitable”, como decía la ley misma. En 1940 se añadió a ella una nueva ley de Represión del Comunismo y la Masonería. Esto supuso que el número de prisioneros políticos en las cárceles y campos de trabajos (Valle de los Caídos o Castruera) forzados fuese muy elevado, 270.719 según el anuario estadístico en 1939. Murieron en prisiones franquistas Besteiro o Miguel Hernandez. Sin embargo, la oposición al régimen se hizo creciente surgiendo el “maquis” y teniendo como acción más destacada la invasión del valle de Arán en 1944.
Otro elemento clave de las consecuencias demográficas fue el exilio republicano. Ya durante el conflicto, los "niños de la guerra" fueron evacuados a países extranjeros, Méjico, Francia, Reino Unido pero sobre todo a la Unión Soviética, pero el gran éxodo tuvo lugar en enero y febrero de 1939, consecuencia de la conquista de Cataluña. Que fueron reunidos en campos de refugiados como el de Argelés. Finalmente se produjo un último exilio a finales de marzo con el final de la guerra y desde los puertos de levante como valencia, Alicante, Cartagena o Almería intentando alcanzar las costas de Argelia.
En conjunto, se calcula que hubo unos cuatrocientos cincuenta mil exiliados. Aunque algunos fueron retornando durante la dictadura, muchos no volvieron a España o esperaron a la muerte del dictador en 1975. Este exilio supuso una importante pérdida demográfica para el país: una población joven y activa, que incluía a gran parte de los sectores más preparados del país: las elites científicas, literarias y artísticas de la Edad de Plata, funcionarios, militares y personal altamente cualificado. Murieron exiliados Azaña o Largo Caballero.
Muchos de estos exiliados se alistarían en la Legión Extranjera francesa combatiendo en Narvik, formando parte de las primeras tropas de De Gaulle, en el Norte de África integradas luego en la división Leclerc siendo los primeros en entrar en París en 1944. Además muchos otros colaborarán con la resistencia francesa durante toda la guerra. Y otro grupo terminará en los campos de concentración nazis como los de Dachau o Mauthausen.
La emigración española a América como consecuencia de la Guerra es uno de los episodios más notables de la posguerra. Son célebres las expediciones de emigrantes en los barcos “Ipanema” o “Winnipeg” que llegaron a Méjico, país que gobernado por Lázaro Cárdenas les recibió generosamente. La colonia de emigrados obras culturales importantes, centros de estudio y editoriales. Además desde 1945 se eligió un gobierno republicano en el exilio, institución que permanecería hasta 1977.
Consecuencias económicas
La guerra fue una verdadera catástrofe económica. A la desaparición de una gran parte de la población activa española hay que añadir las cuantiosas pérdidas materiales. Un dato revela su magnitud: la renta nacional y per cápita no recuperará el nivel de 1936 hasta la década de 1950. En la cornisa cantábrica se produce una reducción el 50% en la producción de acero y hierro fundido con respecto a 1929.
Se produjo la destrucción del tejido industrial del país, lo que llevó a la vuelta en los años cuarenta a una economía básicamente agraria. Pero es que además la producción de trigo acusa una reducción del 30 % en 1939 respecto a 1935; la cebada, un 35% y la remolacha, un 65%. La ganadería por su parte sufre un descenso muy fuerte, al desaparecer el 40% de los caballos y el 25% del ganado mular y bovino.
Destrucción de viviendas, se calculan en unas doscientas cincuenta mil, con ciudades arrasadas como Guernica o Belchite y otras con grandes daños como Madrid, Barcelona o Teruel.
Los transportes quedan seriamente dañados: el 75% de los puentes han de ser reparados, el 40% de locomotoras y vagones deben ser repuestos y el 70% de los autobuses están inservibles.
España soporta, además, la deuda contraída por el régimen franquista con Alemania e Italia, a lo que hay que sumar las deudas con las compañías petroleras norteamericanas. Así mismo hay que añadir la desaparición de 510 toneladas de oro del banco de España por pago de armamento y víveres por parte del Gobierno republicano sobre todo a la URSS.
Consecuencias sociales
El resultado de la guerra trajo consigo la recuperación de la hegemonía económica y social por parte de la oligarquía terrateniente, industrial y financiera. Paralelamente, se dio la pérdida de todos los derechos adquiridos por los trabajadores.
Consecuencias morales
La guerra supuso una verdadera fractura moral del país. Varias generaciones marcadas por el sufrimiento de la guerra y la represión de la larga posguerra.
El régimen de Franco nunca buscó la reconciliación de los españoles y siempre recordó y celebró su origen bélico. Las heridas de la guerra civil perduraron durante decenios y la persecución y represión de los vencidos fue un rasgo clave del ranquismo.
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