Durante la Guerra Civil era el gran Centelles, el último fotoperiodista en abandonar la ciudad de Barcelona horas antes de la toma de la ciudad bombardeada por el ejército rebelde. En cuestión de horas el reportero desaparece en el exilio, comido por los piojos, la sarna, el hambre y el miedo. El nuevo Centelles llegaba al campo de concentración de Bram, en Francia, el primero de marzo de 1939, pronto, por la mañana. Una cárcel humanitaria. Había cruzado la frontera por Portbou, cargado con una maleta, una manta y la cartera con sus máquinas fotográficas. Sus amigos, los Pujol, llevaban lo que él llamaba "mi archivo Leica". Comían pan y leche de bote.
Antes de llegar a Bram, habían pasado varias semanas en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer, pura arena de playa. "Mi padre dormía abrazado a la maleta. Tenía miedo a que se la robasen por la noche. Pero también temía que quien le viera pensara que allí había un tesoro", cuenta Sergi Centelles, a quien está dedicado el diario que fue publicado hace unos meses por la editorial Península.
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