El primer principio de la acción no violenta consiste en no cooperar con cualquier cosa que sea humillante.
Los responsables de nuestra sujeción no son tanto los fusiles británicos como nuestra colaboración voluntaria.
Una revolución no violenta no es un programa para la toma del poder. Es un programa para la transformación de las relaciones, de modo tal que se desemboca en una transferencia pacífica del poder.
Los hombres se encuentran ante una encrucijada: tienen que elegir entre la ley de la jungla y la ley de la humanidad.
La no violencia es la fuerza más grande que la humanidad tiene a su alcance. Es más poderosa que el arma más destructiva inventada por el hombre. La destrucción no corresponde en nada a la ley de los hombres. Vivir libre es estar dispuesto a morir, si es preciso, a manos del prójimo, pero nunca a darle la muerte. Sea cual fuere el motivo, todo homicidio y todo atentado contra la persona es un crimen contra la humanidad.
Sé que el progreso de la no violencia es aparentemente un progreso muy lento. Pero la experiencia me ha enseñado que es el camino más acertado para una meta común.
Es injusto todo orden económico que ignore o que desprecie los valores morales. El hecho de extender la ley de la no violencia al terreno de la economía significa nada menos que considerar los valores morales en la fijación de las reglas del comercio internacional.
Adoptar el principio de la no violencia obliga a separarse de toda forma de explotación.
No hay ninguna valentía mayor que la de negarse hasta el fin a doblar la rodilla ante un poder terrenal, sea cual fuere su grandeza, haciéndolo sin agresividad alguna, con la fe cierta en que es el espíritu - y sólo él - lo que vive.
...La humanidad no puede librarse de la violencia más que por medio de la no violencia. Sólo el amor es capaz de vencer al odio. Responder al odio con el odio equivale a agravar más todavía sus efectos.
Diariamente pagamos un precio muy elevado por el error inconsciente que hemos cometido al confundir la resistencia pasiva con la no violencia.
La no violencia es la ley de nuestra especie, por la misma razón que la violencia es la ley de los brutos. En el hombre brutal todavía no se ha despertado el espíritu: no conoce más ley que la fuerza física. La dignidad humana exige que el hombre se refiera a una ley superior que haga vibrar la fuerza del espíritu.
No se puede ser genuinamente no violento y permanecer pasivo ante las injusticias sociales.
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