El Islam tuvo un papel muy importante en la transmisión del saber durante la Edad Media. El árabe se convirtió en la lengua internacional de la cultura y las bibliotecas de las ciudades islámicas, como Damasco, Bagdad o Córdoba, guardaban buena parte de los conocimientos del mundo clásico. La lengua árabe fue en al-Andalus sinónimo de refinamiento y erudición, a pesar de que casi toda la población también hablaba en romance. No sólo estudiaban árabe los musulmanes, también los propios mozárabes, cristianos que permanecieron bajo dominio musulmán, acabaron expresándose y escribiendo en este idioma. En este sentido, existe un elocuente pasaje de Álvaro de Córdoba quejándose del auge del árabe en el siglo IX:
"Muchos de mis correligionarios leen poesías y cuentos árabes, y estudian las obras de los filósofos y teólogos mahometanos, no para rebatirlas sino para aprender a expresarse en el lenguaje árabe más correcta y elegantemente".
Algunos de los más relevantes lingüistas de al-Andalus fueron al-Qali, Ibn al-Qutiyah, y al-Zubaydi, todos del siglo X.
Los árabes conformaron una cultura de síntesis, asimilando diversos elementos de las culturas con las que tomaban contacto o conquistaban. De los bizantinos asimilaron la cultura clásica greco-romana e incorporaron conocimientos científicos y técnicos de China, India o Persia. La cultura musulmana logró un alto grado de desarrollo en muchos campos como las ciencias, la filosofía o la literatura.
La transmisión de conocimientos que el Islam a través de Al-Andalus hizo a la cultura europea fue enorme. Europa recibió el papel, la brújula y la pólvora, además de conocimientos matemáticos, como la actual numeración arábiga, astronómica, química y médica. Estos conocimientos fueron traducidos al latín en monasterios como el de Ripoll o en la Escuela de Traductores de Toledo que desde allí se difundieron por toda Europa.
Literatura y música:
La imposición de la lengua árabe permitió mantener un contacto fluido con los focos culturales de Oriente. La relación con centros como Bagdad, Damasco o El Cairo fue fundamental para el intercambio de ideas y experiencias. Fue en tiempos del califa al-Hakam II cuando este intercambio llegó a ser más importante.
En Al-Andalus tuvo una especial importancia el cultivo de la poesía, en la que hubo dos tendencias: la clásica y la popular. El periodo de máximo esplendor de la primera se produjo en el siglo XI, en las cortes de los reinos taifas. La forma más cultivada y elegante en poesía era la qasida, era una poesía de tal complejidad que prácticamente sólo se leía en círculos de entendidos. Fueron poetas destacados Ibn Hani, al-Mushafi, al-Qastalli, Ibn Suhayd, con su obra "Al-Tawabi wa-l-zawabi, Espíritus y demonios", o el rey poeta Almutamid. Por su parte, la poesía popular prosperó aprovechando los momentos en que la clásica tenía menos vigor, generando composiciones poéticas como el zéjel o la muwashaha.
La prosa, a su vez, fue un género que, en general, no alcanzó el nivel de la poesía. De todos modos, destacaron prosistas como Ibn al-Hatib o el ya citado Ibn Suhayd y algunos de la talla del gran pensador Ibn Tufayl, que destacó con su delicioso "Hayy Ibn Yaqzan", también conocido como el "Libro del Filósofo autodidacta".
Sin embargo, la figura más original de la cultura andalusí fue el polígrafo Ibn Hazm (994-1063) Este autor ha sido uno de los más prolíficos que ha dado el mundo musulmán, destacando como poeta, teólogo, jurista, historiador y filósofo. Cuatrocientas, nada menos, fueron las obras que escribió. Su lengua era crítica y mordaz contra el poder y la pobreza de espíritu.
La música nunca fue un género bien considerado por el mundo musulmán; no obstante, en al-Andalus proliferaron grandes músicos, entre los que cabe destacar el célebre Ziryab, procedente de Bagdad en el siglo IX, quien, además de revolucionar las modas en el vestir, la cosmética y la cocina, fue un magnífico tañedor de laúd, al que agregó una quinta cuerda.
La historia y la geografía
Entre los musulmanes de la Edad Media, la historia cobró un especial interés, escribiéndose numerosas obras repletas de interesantes datos históricos, pero también geográficos, sociológicos, y biográficos.
Entre ellos, surgió una saga de al-Razi, entre los que destacó Isa (siglo X), que escribió una historia general de al-Andalus, conocida más tarde como la Crónica denominada del moro Rasis. Igualmente valiosa fue la "Historia de la conquista de al-Andalus" de su contemporáneo Ibn al-Qutiya. En el siglo XI, surgieron una serie de notables historiadores como Ibn Hayyan, nacido en Córdoba en el 987, erudito autor de numerosas obras que reflejan la sociedad y acontecimientos de su época. Más adelante destacó Ibn Said al-Magribi, nacido en Granada hacia 1201, y su contemporáneo Ibn Idhari.
Entre los geógrafos, brillaron al-Udri (siglo XI), su contemporáneo al-Bakri, al-Idrisi, llamado el Estrabón de los árabes (siglo XIV), y el tangerino Ibn Batuta –el mayor viajero de su tiempo-, legándonos importantes testimonios de al-Andalus y de muchos otros lejanos lugares del mundo entonces conocido.
Filosofia:
El propulsor del estudio de la filosofía fue Ibn Masarra, autor del siglo X quien profesaba una suerte de panteísmo. Después surgió Ibn Hazm y su contemporáneo malagueño, el hebreo Ibn Gabirol, que profesó una filosofía neoplatónica en su "Yambu al-hayat". El siglo XII vio florecer a Ibn Bayyah (Avempace), y su discípulo Ibn Tufayl, cuya obra, la ya mencionada "Hayy Ibn Yaqzan", tuvo una honda repercusión entre los cristianos.
Pero, sin duda, el que más influyó, tanto en el mundo musulmán como en toda Europa, fue Averroes (Ibn Rushd, 1126-1198), de quien se han conservado varias importantes obras, se convirtió en un gran conocedor e intérprete de la obra de Aristóteles. Sus estudios tuvieron una destacada influencia en los filósofos de la baja Edad Media. Contemporáneo suyo fue el eminente filósofo judío Maimónides (1135-1204).
Pero, contra esta corriente racionalista, existieron en al-Andalus varios místicos sufíes de la talla de Ibn al-Arif (1088-1141) o Ibn Arabi de Murcia (1165-1240), quienes sostenían aquella tradición profética que reza: "conócete a ti mismo, y conocerás a tu Señor", pero no desde un punto de vista racional e intelectual sino puramente intuitivo y místico.
Los estudios científicos y médicos:
Estudiaron las matemáticas, la astronomía, la medicina, la botánica y la agronomía. Se estudiaron con minucia los movimientos de las estrellas y los planetas por medio de sofisticados astrolabios, se avanzó en el estudio del álgebra y la aritmética, cuyo precursor fue el oriental al-Jwarizmi (de ahí logaritmo)
En al-Andalus destacaron Ibn Taimiya (m. 928) en astronomía y medicina; Abu Bakr al-Ansari, que enseñó aritmética y geometría en la corte de al-Hakam II, y el famoso Maslama al-Mayriti (m. 1008), llamado el Euclides de España y experto en numerosas disciplinas.
El astrónomo más importante fue Azarquiel (1029-1100) inventor de la azafea y de varios relojes hidraúlicos, así como autor de Acerca de los planetas y Horizonte Universal. Sus tablas astronómicas no fueron superadas hasta la Edad Moderna.
En medicina los musulmanes heredaron la tradición griega y de Oriente Próximo de una ciencia basada en la observación y experimentación. Destacan figuras como el cordobés Ibn Yuyul (943-994) y la de Abulcasis (936-1013).
Terminamos con el botánico malagueño Ibn-Baytar (1197-1248) o el agrónomo Ibn al-Awam, a quien debemos un exhaustivo y valioso tratado de agricultura, el "Libro de Agricultura"
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