
Cuando uno, removiendo en el polvoriento baúl de nuestra historia, descubre que al que se le considera el “Padre de la Cirugía Moderna” era un andaluz, siente a la par orgullo y vergüenza. El motivo del orgullo no es necesario aclararlo. La civilización de Al-Andalus estuvo leguas por delante de la del resto de todas estas tierras que luego se llamaron Europa, y uno se sabe descendiente de aquellos iluminados que tantas innovaciones aportaron a la historia de la cultura.
La vergüenza es por la desidia y falta de interés de generaciones de educadores que prefirieron el conocimiento memorístico de la inútil relación de los reyes godos (que por otra parte poco o nada aportaron a la humanidad) a la de unos cuantos nombres de musulmanes andaluces que destacaron en los más variados saberes. Y no podemos culpar sólo a los que nos han impuesto una “historia oficial” y unos libros de texto. Todos nosotros, en mayor o menor medida, hemos caído –por comodidad, o por falta de estímulos- en el pecado de ignorar nuestras raíces y nuestra propia cultura.
Artículo completo
No hay comentarios:
Publicar un comentario