La monarquía hispánica de Felipe II. La unidad ibérica.

Felipe II (1556-1598): En 1556, Carlos V abdicó en su hijo Felipe y le cedió todos sus territorios, excepto las posesiones austriacas y el título imperial, que entregó a su hermano Fernando. Designó Madrid capital e hizo construir el monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Política interior: En la península, impuso el espíritu de la Contrarreforma y su lucha contra el protestantismo. Se impulsó la actuación de la Inquisición, la persecución de los moriscos granadinos, desencadenó la sublevación que fue sofocada. Otro de los problemas internos del reinado fue la figura de su secretario Antonio Pérez, quien finalmente fue destituido y acusado de corrupción. Política exterior: Italia: Continuó la guerra contra los franceses a los que derrotó definitivamente en la batalla de San Quintín en 1557. Para frenar la expansión musulmana por el Mediterráneo, organizó una gran flota (Santa Liga) que se enfrentó a los turcos, a los que derrotó en la batalla de Lepanto (1571). Contra Inglaterra, que daba apoyo a los protestantes y atacaba a la flota española que comerciaba con América, envió una enorme flota, la Gran Armada en 1588, que no consiguió desembarcar en las costas inglesas. El mayor problema de su reinado fue la rebelión de Flandes, ocasionada por el descontento a causa de los fuertes impuestos, y por el conflicto religioso debido a la extensión del calvinismo en aquellas tierras. El malestar provocó un fuerte sentimiento nacionalista que acabó en una sublevación dirigida por Guillermo de Orange. La presencia de los tercios españoles no consiguió acabar con el problema y, al final, los Países Bajos, se dividieron en dos zonas: el Norte protestante (Holanda) y el Sur católico. Uno de sus mayores triunfos fue conseguir la unidad ibérica con la anexión de Portugal y sus dominios, al hacer valer sus derechos sucesorios en 1581 en las Cortes de Tomar.