El poeta alemán Rainier Maria Rilke la definió como el país del mundo "que limita con Dios" y sus moradores la llamaron "Santa" y "Madre", incluso en el desamparo del gélido exilio siberiano. Rusia siempre ha sido una nación de espejismos y contradicciones, casi intrínsecos en su propia geografía: una tierra vasta e imponente que muchas veces oculta estepa yerma y estéril.
La fantasía de palacios, opulencia y Anastasias de una Rusia zarista que disfrazaba la miseria de sus gentes bajo un manto de oro y nieve, como en los cuentos de hadas, hubo de acabar abruptamente con un baño de sangre y fuego un frío mes de febrero de 1917. Cinco años de incertidumbre política dieron paso a siete décadas de un modelo de gobierno repleto de claroscuros, que luchaba por los derechos de los mismos a los que reprimía y mataba de inanición.
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