Durante el reinado de Felipe IV, los años que van entre 1640 y 1650 suponen una gran crisis para el gobierno de su valido, el Conde-duque de Olivares. En 1635 Francia declara la guerra a España. Un año más tarde, las tropas españolas amenazan París, si bien en 1638 se produce una ofensiva francesa en el Rosellón. Un año más tarde se produce una victoria española, esta vez en Fuenterrabía. Pero los problemas de Felipe IV no vienen sólo del exterior. El 7 de junio 1640 se produce el levantamiento de Cataluña, reacción al centralismo de la monarquía y a los desmanes de las tropas. Es el llamado Corpus de Sangre, que dará inicio a doce años de guerra. También Portugal se rebela en 1640, y Andalucía se produce una conspiración un año después. Por si fuera poco, los tercios españoles son derrotados en Rocroi en 1643. Entre 1646 y 1648 son Aragón y Navarra quienes buscan su independencia. También en Nápoles y Sicilia se produce graves disturbios, debido al incremento de impuestos y a la leva de soldados. La derrota española en Lens, en 1647, preludia la Paz de Westfalia, firmada un año más tarde. España inicia una larga decadencia, al tiempo que la Francia de Luis XIII se sitúa como primera potencia europea.
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