El desmembramiento del Imperio almohade, tras la derrota de las Navas de Tolosa en 1212 y la crisis de 1227, provocó la aparición de los Terceros Reinos de Taifas, que desaparecieron rápidamente ante el empuje de Fernando III el Santo, Alfonso X el Sabio y Jaime I el Conquistador.
Sólo un reino taifa sobrevivió, el que la familia de los Banu Nasr fundó con capital en Córdoba. Su primer gobernante fue Muhammad I (1237-1273) Este Estado sobreviviría más de 250 años debido a sus propias fuerzas y a las intermitentes guerras civiles castellana.
Granada fue un estado poblado y rico de cerca de 30.000 Km2. Contaba con una numerosa población, que a finales del siglo XV debía superar los 350.000 habitantes, formada por muchos musulmanes que huían de las tierras de Andalucía y Murcia. Su economía era equilibrada, basada en una agricultura intensiva, principalmente en la Vega del Genil, con abundantes sistemas de regadío (Caña de azúcar, frutales, hortalizas, algodón, cereales, etc.), una artesanía diversificada (cerámica, piel, hierro, seda, etc.) y un comercio activo con Castilla, con el Mediterráneo africano y oriental y con los puertos italianos de Génova y Pisa a través de Málaga y Almería.
La frontera con Castilla vivió épocas de duro enfrentamiento. Fue necesaria fortificarla y pedir ayuda a los benimerines del Norte de África. En 1292 se perdía Tarifa, pero la lucha más reñida tuvo lugar por el dominio del estrecho de Gibraltar. El sultán Yusuf I el Sabio fue vencido, con sus aliados benimerines, en la batalla de El Salado en 1340. Posteriormente se perdía Algeciras en 1344 y Gibraltar en 1349. En 1410 el futuro rey de Aragón Fernando el de Antequera tomaba esa ciudad.
La guerra tuvo mucho que ver con el hecho de que, al mismo tiempo que los reinos cristianos se habían pacificado y reorganizado, el reino de Granada se enfrentaba a la crisis dinástica de los últimos sultanes nazaríes, concretada por la lucha de poder entre estos tres personajes emparentados:
* Abu-l-Hasan «Alí Muley Hacén» (1464-1482 y 1483-1485).
* Abu Abd-Alah, Mohámed XII «Boabdil» (1482-1483 y 1486-1492), hijo del anterior.
* Mohámed XIII «el Zagal» (1485-1486), hermano del primero y tío del segundo.
Aparte de los enfrentamientos dentro de la familia real, la aristocracia granadina presentaba otras divisiones, como la rivalidad entre la familia de los zegríes (fronterizos o defensores de la frontera) y la de los abencerrajes (Banu Sarray). También se registraron enfrentamientos entre los Alamines, los Venegas y los Abencerrajes en 1412. Estos últimos se sublevaron en Málaga en 1473 y fueron duramente reprimidos por Muley Hacén (incluyendo, según la leyenda, una matanza a traición en un salón de la Alhambra).
En 1481 se reactivó la guerra, una vez concluida la guerra civil castellana. A partir de 1483 los Reyes Católicos se propusieron hacer de la conquista de Granada su primera gran empresa política. En ella utilizaron todos los recursos de Castilla y Aragón.
Los costes financieros, fueron inmensos. Ladero Quesada aventura una cifra de mil millones de maravedíes para la Corona y otro tanto para los demás agentes que intervinieron. Se consiguió recaudar, además de los ingresos ordinarios (maravedíes): 650 millones con la Bula de Cruzada, 160 millones con subsidios o décimas del clero y 50 millones de las juderías y comunidades mudéjares. Sólo los esclavos vendidos tras la toma de Málaga significaron más de 56 millones. Siendo insuficientes, se recurrió al crédito tanto en Castilla (de forma obligatoria a concejos, a la Mesta, a las colonias de mercaderes extranjeros y a algunos nobles) como fuera de ella (16 millones en Valencia) y la emisión de juros con un interés entre el 7 y el 10%.
A pesar de mantener muchos rasgos medievales, fue una de las primeras guerras que puede considerarse moderna, por el armamento, fueron decisivos los asedios resueltos con artillería, y tácticas empleadas, destaca Gonzalo Fernández de Córdoba “El Gran Capitán”. Fue experimentada en estas Guerras de Granada una nueva formación militar mixta de artillería e infantería dotada de armamento combinado (picas, espingardas, más tarde arcabuces...), con utilización menor de la caballería que en las guerras medievales, y con soldados mercenarios sometidos a una disciplina diferente a la del código de honor del vasallaje feudal y se utilizaron hasta 10.000 caballeros y 50.000 infantes, y más de 200 piezas de artillería construidas en Écija. La guerra fue casi completamente terrestre. Aunque hubo una considerable presencia naval de buques castellanos y aragoneses, no pasaron de realizar una eficaz función de bloqueo, vigilancia y corso, dificultando la relación de los granadinos con sus posibles aliados del otro lado del Estrecho, que tampoco demostraron mucho interés por intervenir.
Primera fase, de 1482 a 1487
Conquista de la parte occidental del reino (actual provincia de Málaga, Loja y la Vega de Granada), aunque las conquistas territoriales se hicieron esperar hasta 1485.
A finales del año 1481, como represalia por hostigamientos puntuales de parte cristiana, los musulmanes tomaron Zahara. Eso dio una excusa plausible para una operación de más envergadura el 28 de febrero de 1482: la toma de Alhama, a cargo de Rodrigo Ponce de León, marqués de Cádiz.
Las siguientes operaciones significaron un fracaso para los cristianos: el fallido ataque a Loja (julio de 1482) y en la primavera siguiente tampoco se consigue tomar Málaga ni Vélez Málaga, cayendo prisioneros importantes nobles.
En abril de 1483, en medio de las disensiones internas, y con el fin de adquirir prestigio, Boabdil intenta sin éxito tomar Lucena, cayendo prisionero. Los Reyes Católicos hacen una jugada que demostró ser decisiva: lo liberan tras asegurarse su alianza, incluyendo el pago de tributos. Desde Almería, hará la guerra a su padre el sultán Muley Hacén.
Punto de inflexión: 1485
Los dos primeros años de la guerra habían sido no muy distintos a la forma medieval de la guerra; en adelante, el ataque cristiano adquirió una intensidad y continuidad que demostraban la voluntad de suprimir definitivamente la existencia independiente del reino de Granada. A partir de entonces y sucesivamente, caen Ronda (mayo de 1485), Marbella (sin combatir), Loja (mayo de 1486, con un uso decisivo de la artillería pesada), gran parte de la Vega de Granada y en la costa Vélez Málaga y la propia Málaga (19 de agoto de 1487). Esta plaza era especialmente significativa por ser el principal puerto y por la reducción a esclavitud de la mayoría de sus 8000 habitantes.
Segunda fase, de 1488 a 1490
Consistió en la conquista de la parte oriental del reino (actual provincia de Almería) y el resto del territorio, excepto la capital. Las campañas militares se vieron frenadas en 1488 como consecuencia de varios factores, peste en Andalucía y asuntos políticos en Aragón.
Trasladada la base de operaciones a Murcia, se producen unas primeras conquistas relativamente sencillas (Vera, Vélez Blanco y Vélez Rubio). No obstante, localidades mejor defendidas, como Baza y Almería, se resisten firmemente, en lo que significó la campaña más dura de toda la guerra (1489). La toma de Baza, asediada de junio a diciembre de 1489, llevó en poco tiempo a la capitulación de Almería, Guadix, Almuñecar y Salobreña, mientras el Zagal se rendía a los Reyes Católicos, pasando a su servicio desde su señorío de Andarax. Granada quedaba totalmente aislada.
Tercera fase, de 1490 a 1492
Limitadas las operaciones al asedio de la ciudad, dirigido desde el campamento-ciudad de Santa Fe. Con más intrigas que acontecimientos militares, los Reyes Católicos exigieron a Boabdil la entrega de la ciudad en cumplimiento de sus tantas veces renovados pactos. El desenlace se demoró no tanto por resistencia de éste, cuanto por su falta de control interno efectivo, que los cristianos tampoco deseaban erosionar en exceso. Las últimas negociaciones secretas incluían el respeto a la religión islámica de los que decidieran quedarse, la posibilidad de emigrar, una exención fiscal por tres años y un perdón general por los delitos cometidos durante la guerra.
El 25 de noviembre de 1491 fueron firmadas las capitulaciones, que concedían además un plazo de dos meses para la rendición. No hubo necesidad de agotarlo, porque los rumores difundidos entre el pueblo granadino de lo pactado causaron tumultos, sofocados tanto por los cristianos como por los fieles a Boabdil, que acaba por entregar Granada el 2 de enero de 1492.
La rebelión de las Alpujarras.
Boabdil comenzó retirándose a las tierras alpujarreñas que le garantizaban los Reyes, pero finalmente optó por cruzar el Estrecho, como la mayor parte de la élite andalusí en 1493. Otros, como la familia Abén Humeya, se convirtieron al cristianismo y fueron recompensados con la conservación e incluso el incremento de su status social (señorío de Válor). No obstante, las conversiones fueron muy minoritarias entre la población musulmana, que quedó sometida al dominio cristiano.
La población mudejar pasó en poco tiempo de ser tratada con una inicial política de apaciguamiento, como correspondía a las condiciones de la capitulación, dirigida en lo religioso por fray Hernando de Talavera, confesor de la reina y primer arzobispo de la ciudad; a otra de mayor firmeza a partir de la visita del nuevo confesor, el cardenal Cisneros (1499). Como resultado, se obtiene un incremento de las "conversiones", pero también un motín en el Albaicín y una sublevación en las Alpujarras en 1500. Tales desórdenes fueron considerados como una ruptura de las condiciones de la capitulación por la parte islámica, con lo que, libres de toda cortapisa, los reyes emitieron la Pragmática de 11 de febrero de 1502, que obligaba al bautismo o al exilio de los musulmanes.
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