Los romanos dejaron huella en la ciudad que ellos conocían como Tárraco. La Tarragona de hoy preserva el legado de esta civilización, unos restos arqueológicos que han sido merecedores del reconocimiento en el año 2000 como Patrimonio Mundial de la UNESCO.
El conjunto arqueológico romano de Tárraco, en Tarragona, recibió en el año 45 a.C. de la mano de Julio Cesar, la categoría de Colonia Iulia Urbs Tarraco (CIUT). De campamento de batalla a asentamiento militar, poco después amurallado y por fin ciudad, Tárraco experimentó un meteórico proceso de prosperidad. Durante los años siguientes a la distinción de Julio César, se construyeron los templos, el foro municipal y el teatro, dando así al pueblo “Panem et circem”, símbolo del bienestar romano. La constituida ciudad, llegó a tener más de 30.000 habitantes, erigiéndose como capital administrativa, que fue objeto de visita y residencia de emperadores y hasta acuñó monedas. La ciudad creció en forma de terrazas, forzada esta manera por la orografía del terreno, expansión que culminó en el siglo III llegando a la nada desdeñable extensión de 70 hectáreas. El declive de la ciudad se vive en el siglo quinto, período en el que las incursiones visigodas son constantes y acaban con la ciudad en manos del rey Alarico en el año 475.
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