Luis Conde-Salazar Infiesta www.abc.es
Qué duda cabe que la recoleta ciudad de Numancia, libre y soriana ella, lleva alojados en sus letras los conceptos de resistencia, coraje y valor, forjados en virtud de los acontecimientos históricos que allí tuvieron lugar durante la invasión romana de Iberia, allá por el siglo II a.C. La tenacidad con que los celtíberos numantinos mordieron en los orgullosos entreperniles al entonces imperio más poderoso de la Tierra, sustentado por un ejército en apariencia invencible, ha venido demostrando, centuria tras centuria, que las ocupaciones invasoras no siempre son cosa de venir, ver y vencer.
José Luis Corral (Daroca, 1957), cuenta en su novela Numancia (2003) cómo se desarrollaron aquellos hechos, desde la sublevación de Segeda en 154 a.C. (origen de la Segunda Guerra Celtibérica) y la derrota de Fulvio Nobilior frente a Numancia, hasta la victoria final de Publio Cornelio Escipión en 132 a.C., después de veinte años de sitio a la ciudad, con lo que la región de Celtiberia quedaba anexionada a la provincia de Hispania citerior. Y lo hace a través de Aracos, joven caudillo, hijo de un mercenario del Ejército romano, que conoce los métodos y entresijos de aquella magnífica maquinaria de guerra.
Dice el autor que el mayor reto histórico-literario al que se tuvo que enfrentar a la hora de escribir esta trepidante novela fue «sin duda, evitar cualquier exceso de nacionalismo rancio y desfasado, pero sin obviar la gesta épica de los numantinos. Hay que tener en cuenta que de cuanto ocurrió en Numancia sólo ha quedado la visión del lado romano, parcial, sesgada y manipulada, y por supuesto cargada de un enorme fervor imperialista. Tuve que leer entre líneas las fuentes literarias romanas y rastrear en la arqueología para intentar alcanzar un equilibrio entre Historia y Literatura».
Profesor de Literatura medieval en la Universidad de Zaragoza y arqueólogo que fue hasta 2000, Corral llevó a cabo para la escritura de Numancia un importante trabajo de investigación, tanto de biblioteca como de campo: «En cuanto a fuentes histórico-literarias recurrí a todos los historiadores clásicos romanos (Apiano, Tito Livio, Dión Casio, Polibio, etc.), además de literatos como el hispano Marcial (que recoge, aunque dos siglos después, lo poco que quedaba del espíritu de los celtíberos); en cuanto a las arqueológicas, visité todos los museos y los yacimientos celtibéricos excavados. La vida cotidiana que se describe en la novela está extraída de los estudios arqueológicos. Además, hace tiempo participé en varias excavaciones en yacimientos arqueológicos de esa época».
Numancia mezcla en sus páginas episodios más o menos placenteros que tienen que ver con el desarrollo de la vida cotidiana en una ciudad sitiada (todo lo placenteros que pueden ser) con otros verdaderamente febriles, en especial los tocantes a las siempre difíciles descripciones de los enfrentamenientos bélicos. Sin olvidar toda esa gama de «tejemanejes» que se daba en las cloacas del Imperio, véase por ejemplo prolongar artificialmente guerras para obtener mejores premios (hoy llamados «concesiones») en forma de tierras, glorias duraderas o prebendas. Todo ello entrelazado con una importante carga de simbolismo, el que supuso aquella pertinaz resistencia para el mundo entonces conocido y para la posteridad. «En castellano se sigue utilizando el adjetivo numantino para referirse a la defensa a ultranza de una idea o de una posición. Numancia fue para los españoles un mito construido como símbolo de resistencia ante el invasor, como icono de la independencia de la patria», dice Corral.
Marca hispana
José Luis Corral, un especialista en narrativa de ficción histórica («El salón dorado», «El Cid», «El número de Dios», «Trafalgar» o «Independencia» son algunos de sus títulos publicados), ve similitudes en situaciones posteriores: «Desde luego Moscú ante Napoleón o Stalingrado ante las divisiones de Hitler son dos símbolos de ciudades que resisten frente el invasor extranjero hasta la extenuación. En la España contemporánea el caso de los sitios de Gerona y sobre todo de Zaragoza en la Guerra de la Independencia (sobre lo que acabo de publicar una novela) son también similares».
A la pregunta de si ha marcado Numancia, de alguna manera, el carácter hispano a lo largo de la Historia, contesta el novelista que «probablemente sí. Dos ejemplos con resultado diferente: Los musulmanes ocuparon la Península sin apenas resistencia, y pudieron hacerlo tan fácilmente porque no imponían nada. Por el contrario, Napoléon tuvo que huir derrotado porque se empeñó en obligar a los españoles a asumir unas ideas sin darles ninguna otra opción».
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