LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA Y LAS CORTES DE CÁDIZ (1808-1814)





Antecedentes:

 En octubre de 1807, Carlos IV a través de su primer ministro, Manuel Godoy, firmó con Napoleón el Tratado de Fontainebleau, que permitía el paso de tropas francesas por territorio español, para ocupar conjuntamente Portugal. La entrada consentida del ejército napoleónico se fue convirtiendo en una invasión de nuestro país. La familia real se retiró a Aranjuez, preparando su huida a América en caso de necesidad. Marzo de 1808, estalló el motín de Aranjuez, que instigado por el príncipe heredero (Fernando VII), provocó la caída de Godoy y la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando VII. Napoleón aprovecha las desavenencias de la familia real para destronar a los Borbones. Reunió a padre e hijo en la ciudad de Bayona (abdicaciones de Bayona), logra que ambos renuncien a su derecho al trono español y nombra rey de España a su hermano José I.

Estallido y fases de la guerra:

La traición francesa desembocó en la insurrección popular del Dos de Mayo en Madrid, que sofocada brutalmente por las tropas francesas del mariscal Murat, produjo un levantamiento en cadena por todo el país que dio lugar a la guerra de la Independencia. Aquella guerra fue un fenómeno complejo. Por una parte fue una guerra internacional entre Francia e Inglaterra en suelo Español. Por otra parte fue una guerra civil entre los que aceptaron a José I y sus reformas liberales (afrancesados) y los que se rebelaron (patriotas). Incluso en el bando patriota unos defendían el sistema tradicional (serviles) y otros la revolución liberal (liberales).

Primera fase:

El ejército francés fue incapaz de dominar la península y en julio de 1808 fue derrotado en la batalla de Bailen (Jaén), que obligó a los franceses a replegarse casi hasta la frontera.

Segunda fase:

Napoleón interviene personalmente e inicia una gran ofensiva. Tras vencer en Somosierra ocupa Madrid. En 1809 los franceses obtienen las victorias de Talavera y Ocaña, lo que permitió ocupar la inmensa mayoría del País, que dominaron hasta 1812, a excepción de Lisboa y Cádiz.

Tercera y última fase:

El ejército británico, portugués y español, renovaron sus esfuerzos y en julio de 1812 obtuvieron la victoria en la batalla de Arapiles (Salamanca). Tras la derrota francesa en Rusia, el ejército de aliado derrotó en Vitoria y San Marcial (Guipúzcoa), en 1813, a las tropas francesas que fueron expulsadas de la península, aunque quedaron algunas en Cataluña hasta 1814.

Diciembre de 1813, con la guerra prácticamente perdida, Napoleón firma en el Tratado de Valençay donde reconoce a Fernando VII como rey de España.

Cabe señalar como elementos propios de la Guerra de independencia, los asedios a ciudades, como Zaragoza o Gerona y la aparición de la Guerrilla, que dificultaron enormemente las operaciones militares francesas.

Las Cortes de Cádiz:

En 1808, ante el vacío de poder causado por la ausencia de los reyes, surgieron diferentes Juntas provinciales que asumieron la soberanía y a su vez nombraron una Junta Central Suprema, que ante el avance del ejército francés, se refugió en Cádiz en 1801 donde convocó Cortes antes de disolverse en un Consejo de Regencia. La reunión de Cortes no se hizo por estamentos, sino en una sola cámara de diputados de las distintas provincias, incluidas las colonias americanas. Enseguida se distinguieron dos grupos ideológicos. Los liberales partidarios de las reformas y los serviles contrarios a las mismas. En general prevalecieron las ideas liberales y elaboraron la Constitución de 1812 la “Pepa”, donde se reconoció la soberanía nacional y la división de poderes (ejecutivo, legislativo y judicial). Los derechos del ciudadano y el sufragio universal masculino indirecto. Se legisló la abolición de los privilegios estamentales en materias sociales y económicas, excepto en materia de libertad religiosa donde se prohibió el ejercicio de cualquier otra religión que no sea la católica. Estas reformas adoptadas en las cortes de Cádiz apenas llegaron a aplicarse.