INGLATERRA
Durante el reinado de la reina Victoria (1837-1901), Inglaterra
gozó de gran prosperidad económica y fue motor de la producción industrial. Su
supremacía naval y su pequeño pero profesional ejército le permitieron
colonizar territorios en todos los continentes. En Inglaterra había estabilidad
política, debido a las importantes reformas sociales y electorales realizadas,
lo que favoreció la convivencia entre monarquía y Parlamento. Su prosperidad se
debe a diversos factores:
Factores económicos: Triunfó el librecambismo
económico y, como consecuencia, se abarataron los precios de algunos
productos, favoreciendo el desarrollo de la industria y el comercio, y
mejorando calidad de vida de la población. Se eliminaron las tasas aduaneras y
se establecieron tratados para favorecer las exportaciones inglesas. El control
de enclaves estratégicos por todo el mundo, como el Canal de Suez, permitió el
desarrollo del comercio exterior.
Factores demográficos: Las mejoras en las condiciones de vida de la
población favorecieron el aumento
demográfico, que resultó en la emigración de británicos, propiciando así la
expansión territorial y el desarrollo del mercado internacional.
Factores políticos: Junto a la monarquía, en el Parlamento y en el gobierno se alternaron
en el poder los liberales, a favor
de la burguesía y las clases medias y los conservadores,
que beneficiaban a la aristocracia y a los terratenientes. Disraeli, primer
ministro liberal, aumentó el número de electores hasta casi duplicarlo.
Gladstone reconoció legalmente los sindicatos, permitió el acceso a la
universidad de los no anglicanos y estableció el voto secreto. El equilibrio
político se rompió con la cuestión irlandesa, que provocó desacuerdos entre
ingleses e irlandeses. Con el Acta de Unión de 1801, Irlanda pasó a depender
del Reino Unido, estableciéndose la Iglesia Anglicana como única oficial. En 1867, una serie de actos violentos
obligaron al Parlamento de Londres a dar indemnizaciones a los campesinos que
habían perdido sus tierras. Terminó con la vuelta al poder de los grupos
conservadores.
FRANCIA
II Imperio: Tras las revoluciones de 1848, Luis Felipe de Orleans
fue derrocado y se estableció la II República. El nuevo Presidente fue Luis Napoleón
Bonaparte que, en 1851 dio un golpe de Estado, apoyado por el “Partido del
Orden”. Se le nombró emperador bajo el nombre de Napoleón III. Logró
estabilidad política y, aunque recurrió al autoritarismo, no perdió el apoyo de
la burguesía, los terratenientes y parte del campesinado. Aunque existía
sufragio universal, las instituciones tenían poco margen de acción. En la
práctica, el emperador retenía gran parte del poder. Su gobierno se puede
dividir en dos etapas: “Imperio autoritario” (década de 1850) e “Imperio
liberal” (década de 1860). El paso de una a otra tuvo lugar al aumentar la
oposición, debido al descontento de grupos republicanos, monárquicos o
católicos y a los fracasos en el exterior.
En política exterior, los franceses, para devolver a Francia
su papel de gran potencia, participaron en la Guerra de Crimea, contra Rusia;
lucharon contra Austria, apoyando a los piamonteses y se enfrentaron contra
Bismarck (Prusia), siendo derrotados. Napoleón III también inició el
imperialismo francés en Indochina, Argelia o Senegal. Fueron años de
crecimiento económico y desarrollo industrial, que provocaron un aumento de la
clase obrera.
III
República: La derrota francesa contra
Prusia (Sedan, 1870) inició la III República. La presencia de tropas prusianas
llevó a la proclamación de una Comuna parisina, que no fue respaldada en el
resto de Francia. Se creó un Gobierno de Defensa Nacional en el que destacaron
los conservadores, dirigidos por Thiers y los republicanos, dirigidos por
Gambetta. La III República se caracterizó por la inestabilidad de los
gobiernos: al principio el poder estuvo en manos de los monárquicos, con Thiers
como Presidente. Venció y reprimió a la Comuna pero las divisiones entre los
monárquicos no permitieron restaurar la monarquía. A partir de 1879, se
establece la República conservadora, en la que la dirección política pasa a la
burguesía. Se aprobó una nueva Constitución, con amplias libertades de reunión,
asociación y prensa. Sin embargo, la crisis económica de 1882 provocó inestabilidad
y se dio protagonismo a los grupos monárquicos, como el del general Boulanger.
Esto, unido al affaire Dreyffus, favoreció una coalición de izquierdas que
gobernaría la República radical a partir de 1899 que tomó medidas
anticlericales y sociales. A lo largo de la III República se mantuvo el
crecimiento económico y se consolidó la expansión territorial.
LA
ALEMANIA BISMARCKIANA
En 1871 el Imperio alemán surge formalmente como un
estado liberal y federal, en el que predomina Prusia. Se crea una Cámara Alta,
donde se representan a los distintos estados y una Cámara Baja, elegida por
sufragio universal. El Primer ministro, Bismarck, no era responsable ante las
cámaras, sólo ante el emperador. En política interior, Bismarck limitó el poder
de la Iglesia Católica y de los grupos socialdemócratas. Se adoptaron medidas
para proteger a los trabajadores y así frenar la influencia de los movimientos
socialistas que fueron muy reprimidos. El partido socialdemócrata tuvo un gran
desarrollo. Alemania consiguió en esta época un gran crecimiento económico y se
convirtió en una potencia mundial. Con la firma de la Paz de Versalles los
alemanes consiguieron Alsacia-Lorena, favoreciendo el desarrollo de la
industria textil y la explotación de minerales. Entre los factores que explican
el desarrollo alemán destacan: la unificación monetaria (marco) y del mercado
nacional, la construcción de ferrocarriles y el crecimiento siderúrgico, el
desarrollo de la banca, las mejoras agrarias e industriales y la concentración
de empresas (cárteles).
EL
IMPERIO AUTRO-HÚNGARO
Francisco José I de Austria impondrá un régimen
autocrático, con el apoyo de parte de la aristocracia. La debilidad austriaca
frente a Italia y Prusia, provocó que el monarca buscara un entendimiento con
Hungría, saldado en el “Compromiso” de 1867. Así surgió el Imperio
Austro-Húngaro también conocido como la Monarquía Dual: había un monarca común
(emperador de Austria y rey de Hungría), un mismo ejército y tres ministros
compartidos (Relaciones Exteriores, Guerra y Hacienda), aunque eran estados
distintos. Las dos partes del Imperio evolucionaron de manera diferente por lo
que, a finales de siglo, la situación de Austria-Hungría era compleja. Los
problemas nacionalistas pervivían y no se consiguieron fraguar los procesos de
liberalización política que habían triunfado en Occidente.
EL
IMPERIO RUSO
No existía una nación rusa, sino que el territorio
estaba formado por diferentes etnias, idiomas, tradiciones históricas y
religiones. A lo largo del siglo XIX tuvo lugar el fenómeno de rusificación. El
imperio ruso estaba gobernado por zares, que concentraban todos los poderes y
se apoyaban en la burocracia imperial, la Iglesia ortodoxa y el numeroso
ejército. No se industrializaron y pervivía la ruralización y un régimen de
servidumbre. La Guerra de Crimea termina con una derrota rusa. Alejandro II toma
medidas liberalizadoras por la necesidad de modernización. La industrialización
se caracteriza por el protagonismo del Estado y se centra en el ferrocarril y
las industrias textiles, metalúrgicas y de petróleo. En 1861 tiene lugar la
emancipación de los siervos acompañada de cesión de tierras para explotar de
forma colectiva. Se desarrollaron grupos marxistas y radicales (Bakunin) que
criticaban las reformas tomadas por el zar. Alejandro II fue asesinado,
finalizando así el intento de modernizar Rusia. Los sucesivos zares Alejandro
III y Nicolás II concentrarían en ellos el poder, alejándose del reformismo
político. Rusia llegó al siglo XX como una potencia atrasada.
LOS ESTADOS
UNIDOS
EEUU se expandió territorialmente a las tierras
habitadas por indígenas en el oeste. Se permitió la explotación libre de estas
tierras y su propiedad privada, lo que atrajo a los europeos. La llegada de
inmigrantes provocó un gran aumento de la población. El norte de EEUU era
industrializado, mientras que el sur era agrario. Cuando Lincoln llegó al poder
(1860) fue apoyado por el norte pero no por el sur, debido a su política
antiesclavista. Entre ambas tuvo lugar la Guerra de Secesión en la que venció
el Norte. Tras la guerra se produjo un gran desarrollo industrial y agrario,
surgió un importante mercado nacional, aumentó la población, se produjo una
concentración de la industria y aparecieron nuevas técnicas de producción.
JAPÓN
Desde 1603 se estableció en Japón el gobierno del
shogunato del clan de los Tokugawa. La expansión norteamericana por el Pacífico
valoró que Japón era un mercado interesante. En 1853 el oficial estadounidense, Matthew Perry consiguió
concesiones comerciales para los americanos. Esto se interpretó como una
debilidad del shogun de los Tokugawa, lo que desencadenó luchas internas,
provocando la abolición del régimen del shogunato. Éste fue sustituido por el
poder imperial en manos del príncipe Mutsuhito. En 1868 se inicia la Revolución
meiji, con la que comienzan las transformaciones en Japón. Los japoneses
basaron su desarrollo en imitar al resto de países europeos. Se creó una
administración provincial, leyes de igualdad y un ejército profesional. Se
promulgó una Constitución con dos cámaras una para la nobleza y otra de
diputados elegidos por sufragio censitario. Se consolidaron derechos
individuales, partidos políticos, código penal o libertad de prensa. Para
favorecer mejoras económicas, el Estado envía expertos a Europa para formarse y
crea escuelas. Al carecer de materias primas, Japón deberá llevar a cabo una
expansión, enfrentándose con Rusia y China lo que terminará con victorias que
aumentaron sus posesiones.
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