GONZALO FERNÁNDEZ DE CÓRDOVA. EL GRAN CAPITÁN


“Doscientos mil setecientos treinta y seis ducados y nueve reales en frailes, monjas y pobres, para que rogasen a Dios por la prosperidad de las armas españolas. Cien millones en palas, picos y azadones, para enterrar a los muertos del adversario.[…] Cien millones por mi paciencia en escuchar ayer que el Rey pedía cuentas al que le había regalado un reino.”

PRIMEROS AÑOS

Nació en Montilla probablemente en septiembre de 1453, en una familia de buena cuna, hijo de Pedro Fernández de Aguilar, V señor de la casa de Aguilar y Alcalde Mayor de Córdoba, y Doña Elvira de Herrera, nieta de los Enríquez, Almirantes de Castilla. Su padre murió siendo él todavía un niño, por lo que fue criado por el caballero Pablo Cárcamo, que ejerció de un segundo padre. La fortuna familiar recayó en su hermano mayor don Alonso de Aguilar, por lo que debió buscarse la suya propia bien por méritos o por servicios prestados a algún notable. Recibió una educación esmerada, ya que en aquella época no sólo servía caballero sino que además había que demostrarlo, hablaba árabe y desde muy pequeño fue instruido en el oficio de las armas.


Reinaba en Castilla Enrique IV “el impotente”, un rey débil en un territorio donde la nobleza incluso se permitía la soberbia de destronarle en la farsa de Ávila, proclamando rey a su hermano el infante don Alonso. En 1465 Gonzalo, que contaba con 12 años, se dirigió allí a presentarse a su servicio como paje, pero la temprana muerte de este le hizo regresar a Córdoba. Intentó ingresar en la orden de los Jerónimos, afortunadamente cuando se entrevistó con el prior de la misma, Fray Antonio de Hinojosa este, tras mirarle detenidamente le dijo: “Vete enseguida, hijo, que para mayores cosas te tiene Dios guardado”. Poco después era armado caballero.

No tenía ni 20 años cuando ingresó al servicio de la princesa Isabel, que encabezaba una facción contraria a su hermano Enrique IV y la hija de este, Juana “la Beltraneja”. Allí destacó casi de inmediato hasta tal punto de ser llamado el príncipe de la mocedad, ocurrente, excelente en el manejo de la espada y la lanza, alegre, culto y francamente generoso, tal vez hasta en demasía, según su tutor Pablo Cárcano. De regreso a Córdoba contrajo matrimonio con su prima Isabel de Montemayor y su hermano les regalaba la alcaldía de Santaella. La casa de los Aguilar y la casa de los condes de Cabra, pese a ser familiares, mantenían continuas disputas, en una de ellas Gonzalo y su esposa, al poco de casarse, fueron raptados por la familia rival, la cual asaltó el castillo de Santaella. Ambos fueron liberados en 1476 tras llegarse a un acuerdo entre ambas familias por mediación de la reina Isabel I.

La situación política en Castilla era muy complicada, un rey débil como Enrique IV y una heredera como Juana la Beltraneja en manos de una nobleza cada vez más poderosa. En esas circunstancias Isabel, hermana de Enrique, negoció en secreto su matrimonio con Fernando de Aragón, en ese momento rey de Sicilia y futuro heredero de Juan II, además de ser su primo. Finalmente se casaban en 1469. A la muerte de Enrique en 1474 comenzaba una guerra civil entre Isabel apoyada por parte de la nobleza, villas del Duero y el Tajo y su esposo, es decir, la corona de Aragón, la cual se enfrentaban a Juana, prometida del rey de Portugal Alfonso V, y las tropas francesas y portuguesas.

La guerra se prolongó por espacio de 5 años y Gonzalo participó al mando de una compañía de caballería, pagada por su hermano, estando bajo las órdenes de don Alonso de Cárdenas, maestre de la orden de Santiago. Al contrario de otros oficiales, los cuales en combate preferían vestir armas comunes para no destacarse y llamar la atención del enemigo, él prefería todo lo contrario y con el deseo de ser claramente reconocible se presentó en la batalla de la Albuera, el 24 de febrero de 1479, con un ostentoso tocado de plumas en el morrión y vestido de encendida grana. Evidentemente El Gran Capitán se distinguió en el combate, tenía 25 años, y el maestre de Santiago así lo reconoció al día siguiente. Ese mismo año moría Juan II de Aragón y Fernando era proclamado rey.