Los guerreros de Xi'an se despliegan por Madrid

En 1974, la sequía castigaba la provincia china de Shaanxi, ubicada en el extremo oriental de la antigua Ruta de la Seda. Acuciados por la falta de agua, algunos campesinos empezaron a cavar en busca de un pozo subterráneo. Lo que se encontraron, sin embargo, fue algo muy distinto: piezas de terracota -un cuello, un torso, un brazo-que parecían pertenecer a esculturas de forma humana. Al principio no le dieron mucha importancia. Pensaron que procedían de una tumba sin demasiado valor y cargaron algunas piezas en un carro para mostrárselas a los conservadores del museo regional. Fue allí donde, tras examinar los trozos de cerámica, los arqueólogos llegaron a la conclusión de que se hallaban ante restos procedentes del legendario mausoleo de Qin Shi Huang, un rey local que, en el año 221 a. C., se convirtió en el primer emperador de China y que, durante su reinado, planeó el más suntuoso de los enterramientos: un enorme ejército de figuras de terracota destinadas a protegerle y a proseguir sus conquistas en el más allá.





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